Lo afirmó el científico canadiense John Sievenpiper. “El problema de la obesidad es que comemos demasiado de todo”, aseveró.
18-10-2012 – El científico canadiense John Sievenpiper, médico residente de Bioquímica Médica de la Universidad McMaster, aseguró que no existen efectos adversos por consumo de cantidades normales de azúcar y que hay, en cambio, una particular tentación por encontrar “explicaciones fáciles” a la obesidad y los trastornos alimentarios que han puesto un foco excesivo en el azúcar pese a que “las razones son multifactoriales”.
John Sievenpiper, quien en el XII Congreso de Obesidad y Trastornos Alimentarios de la Sociedad Argentina de la Obesidad y Trastornos Alimentarios (SAOTA) disertó sobre “La verdad sobre el azúcar y la obesidad”, es uno de los principales investigadores mundiales en estudios clínicos dietarios en humanos. Entre las “explicaciones fáciles” para el tema de la obesidad, Sievenpiper ubicó el hábito de aplicar a humanos criterios recogidos en estudios realizados en animales.
El profesional aseguró que “es una exageración afirmar que el azúcar tiene efectos adictivos”, aunque admitió que “cualquier alimento consumido en exceso por ser agradable al gusto puede causar trastornos a la salud”. Dijo que “se ha demostrado que aún en los niveles más altos de consumo de bebidas azucaradas, el riesgo para una persona diabética o con síndrome metabólico aumenta entre 20 y 25%. Es decir, la incidencia del azúcar en estas es de 1,2% o 1,25%, mientras que si se compara la incidencia de algo verdaderamente adictivo como el tabaco para el cáncer de pulmón, es de 40 a 100%”.
Según Sievenpiper hay estudios muy difundidos que se basan en un conjunto muy chico de datos sobre el crecimiento del consumo del endulzante.”Sus conclusiones –afirmó- no concuerdan con los datos del National Health & Nutritional Examination Survey, que muestran que por el contrario, el consumo de azúcar en la población de los Estados Unidos se redujo alrededor de 40% en los últimos 10 años y a pesar de ello, de acuerdo a datos provistos por el Centro de Control de Enfermedades de los EEUU (CDC), las tasas de obesidad en adultos y niños aumentaron en 16 y 13% respectivamente. El problema es que comemos mucho, y mucho de todo”, explicó.
Sievenpiper reconoce que “el problema es la fructosa” y si bien el azúcar contiene 50% de este componente, los estudios que se utilizan como fundamento para las políticas públicas en Estados Unidos, han demostrado que sus efectos negativos son similares a los de cualquier otra fuente de energía consumida en cantidades exageradas.
“Cuando se analizan los estudios realizados con precisión y cuidado, se encuentra que en definitiva la fructosa no actúa diferente a otras fuentes de carbohidratos. Sólo vemos los efectos adversos cuando la ingesta es excesiva, o se consume en niveles demasiado altos en relación con una dieta controlada y balanceada, pero la realidad –aseguró- es que normalmente no se alcanzan semejantes niveles de ingesta de fructosa”.
“El problema es comer de más: si se ingiere demasiada grasa, proteínas o azúcar, seguramente va a tener efectos malos. Si se controla la ingesta general de calorías, el efecto de la fructosa no va a ser distinto de otras fuentes de carbohidratos; sólo cuando se ingiere en exceso la fructosa tendrá efectos negativos. Creo que comemos demasiado, en general, no sólo azúcar, sino de todo”, resumió.
Sievenpiper es autor principal de tres revisiones sistemáticas recientes y meta-análisis que evalúan los efectos de la fructosa en el peso corporal, la presión arterial y el control de la glucemia en seres humanos; son estudios aleatorios controlados de alimentación. “La confusión respecto del tema del azúcar radica en que gran parte del debate se ha apoyado en la literatura de estudios en animales sin reconocer los errores y limitaciones de esos estudios al traducir esa información en escenarios del mundo real humano”, afirma el científico.
“Hablando de obesidad, los estudios en animales no son válidos. Los animales son un mal modelo para la metabolización de los hidratos de carbono así como para la lipogénesis de novo (DNL), que es la capacidad del organismo para generar grasa a partir del consumo de hidratos de carbono, que en los animales es mucho mayor que en los seres humanos. Por ejemplo, hasta un 90% en el ratón vs 5-10% en los humanos. La lipogénesis de novo se considera cuantitativamente insignificante en los seres humanos. Por otro lado, en los estudios los animales son alimentados generalmente a niveles supra-fisiológicos”. Dijo que se les administra un 60 % de energía a partir de fructosa, entre tres y seis veces más cantidad del promedio de consumo en la población real de los Estados Unidos.
El científico destacó la importancia de los estudios dietarios controlados realizados en humanos, que son los que “muestran que el exceso de energía/calorías es la cuestión o fuente de la obesidad. En ninguno de ellos hay evidencia significativa sobre causalidad entre el consumo de azúcar o fructosa, como variable independiente y única, y la obesidad”.
Sievenpiper explica que en los Estados Unidos, principal representante de la pandemia de obesidad a nivel mundial, el promedio de la población consume 49 gramos de azúcar por día, un poco menos que el 10 % de energía por día a partir de fructosa. Incluso los del extremo de la curva, según datos de NHANES, consumen 87 gramos de azúcar por día, un poco menos del 20 % de energía proveniente de fructosa.
“El azúcar es uno de los muchos jugadores. Si nos fijamos en los estudios en los que se ve la contribución de los diversos elementos en el aumento de peso, los alimentos azucarados no son más que un contribuyente. Por ejemplo, las papas fritas de paquete, las papas fritas, la carne procesada y la carne sin procesar aportan lo mismo o más en el aumento de peso en estos estudios. La obesidad y el riesgo cardio-metabólico es claramente un problema multifactorial. Toda esta discusión del azúcar, y hace 10 años grasa, es una distracción de la cuestión principal, que es la energía. Es decir la gente está comiendo demasiado en general” concluye.
Sievenpiper advirtió sobre la necesidad de “reemplazar el debate de los tipos de alimentos que se pueden o no comer por el de las porciones, hablar del umbral de dosis, de cantidades. Si no corremos peligro de que se diga que ‘la fruta es una fuente de fructosa y no voy a consumir frutas, ya que puede inducir a la obesidad, el síndrome metabólico, y así sucesivamente’. El peligro es que la gente lleva muchas veces los mensajes simplificados al extremo”.