(15/10/16) El Centro Azucarero Argentino (CAA) rechazó la propuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a gobiernos de elevar impuestos a los alimentos y/o bebidas azucaradas y la iniciativa de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) de etiquetado “semáforo”, por considerar que no contribuyen al objetivo de reducir la obesidad, especialmente la infantil.
En su Declaración titulada “Comentarios del Centro Azucarero Argentino sobre el Plan de la OMS de lucha contra la Obesidad Infantil”, la cámara que reúne a la mayor parte de la industria azucarera argentina, advirtió que “la aplicación de impuestos a una categoría particular de alimentos o macronutrientes no resolverá la crisis de obesidad ni promoverá adecuadamente tipos de vida más saludables y balanceados”.
El CAA, fundado en 1894, dijo que comparte “la preocupación de las autoridades sobre la importancia de prestar atención al tema de la obesidad infantil” pero a la vez expresó que el azúcar “debe continuar siendo parte de un estilo de vida saludable”.
La entidad manifestó su acuerdo con quienes argumentan que la obesidad infantil tiene origen complejo, influenciado por varios factores biológicos y contextuales y que requiere la consideración de la alimentación, bebidas y entornos protegidos, y un enfoque sobre el estilo de vida de la población y también “con la importancia de proporcionar información nutricional comprensible” para “tomar decisiones dietéticas fundadas, aumentar las oportunidades para desarrollar actividad física, reducir voluntariamente la cantidad de comercialización a los niños, y brindar educación sobre la salud, la nutrición y las calorías a equilibrar”.
En ese sentido respaldó “las iniciativas de etiquetado para que el número de calorías en los productos sea aún más claro y fácilmente identificable para los consumidores” y “las medidas de informar a los consumidores mediante la identificación de los Edulcorantes No Calóricos” con igual tamaño de letra que el resto de los nutrientes informados.
El CAA reconoció al Codex “en su rol global sobre el etiquetado nutricional en los alimentos y en las directrices mundiales para su armonización”, y dijo que seguirá “apoyando los esfuerzos del Comité del Codex sobre Etiquetado de los Alimentos (“CCFL”) para establecer los principios globales para el etiquetado frontal del envase”.
En cambio no apoya la propuesta de la OPS de las denominadas etiquetas “semáforo” ya que no existen, dijo, “alimentos no saludables” en las clasificaciones del Codex o en los permisos de comercialización de alimentos otorgados por las autoridades argentinas.
La entidad compartió la idea de que “los niños no deben ser indebidamente influenciados por el marketing” y que “las escuelas son entornos especiales donde se deben fomentar estilos de vida equilibrados. En estos entornos los alimentos, la publicidad y las etiquetas deben ser conducentes al objetivo planteado”.
También destacó las “tasas extremadamente altas de cumplimiento” de la autorregulación de la industria de reducir contenidos de sodio y grasas en los alimentos.
La institución consideró que por los desafíos de la nutrición que afectan a la comunidad global es “fundamental que todos los actores de la sociedad, incluyendo la industria de alimentos y bebidas, participen en un diálogo intersectorial para desarrollar soluciones integrales y sostenibles basadas en la totalidad de la evidencia científica”.
Definió entonces que “la industria azucarera presta apoyo a los esfuerzos de reducción de calorías, programas de nutrición y actividad física, y la investigación y asociaciones que promueven la ciencia de la nutrición” y “aboga por la educación a la población sobre la importancia del balance energético y la actividad física”.
En cuanto a los impuestos, el CAA dijo que “aunque apoya esfuerzos significativos para abordar el problema de la obesidad infantil y ayudar a los consumidores a tomar decisiones informadas …no respalda la imposición a alimentos azucarados y bebidas endulzadas con azúcar” porque “el azúcar en sí mismo o las bebidas azucaradas no son los únicos responsables de las crecientes tasas de obesidad en todo el mundo”, y “la cantidad de calorías consumidas en estos conceptos son a menudo una parte muy pequeña de la ingesta energética diaria”.
Observó que “la obesidad es en gran parte el resultado de un desequilibrio en el consumo excesivo de energía y muy poco gasto de energía y que muchos organismos de salud pública, incluida la OMS, reconocen que “ha sido impulsada por una compleja interacción de factores ambientales, sociales, económicos, y de comportamiento, que actúan sobre un fondo de susceptibilidad genética”.
“Los esfuerzos de salud pública deben centrarse tanto en términos más generales sobre la educación pública con respecto a la dieta y el ejercicio, como en el suministro de información nutricional clara a los consumidores en lugar de concentrarse en tipos específicos de alimentos o bebidas”, afirmó la entidad.
Al reseñar la experiencia de la aplicación de impuestos sobre bebidas endulzadas con azúcar (y otros impuestos sobre alimentos o macronutrientes específicos), la entidad advirtió que “no parecen tener impacto significativo en la salud / obesidad pública o sensiblemente disminuir la cantidad de calorías que consumen las personas; a menudo tienen consecuencias económicas no deseadas; y son impuestos regresivos que afectan de manera desproporcionada a las familias de bajos ingresos”.
Puntualiza lo sucedido en diversos estados de la Unión Europea y en México, donde los resultados “no respaldan la medida propuesta por la OMS”: “el consumo de calorías de las bebidas ha disminuido sólo ligeramente (en México, seis calorías menos por día en una dieta que en ese país es de más de 3000 calorías por día)”.